El pensamiento histórico de Adam Mickiewicz*
[* Texto publicado originariamente en C. Taracha - P. de la Fuente, Entre Oriente y Occidente. Actas del Primer Congreso de Hispanistas, Lublin 2014, pp. 31-42]
El encuentro
entre Mickiewicz y Lelewel: Polonia y la causa de la libertad a lo largo de la
Historia
Adam Mickiewicz
(1798-1855)
sigue siendo un poeta
relativamente poco conocido entre el público de lengua española amante de la
literatura del romanticismo europeo. Pero además el autor de los célebres
Sonetos
de Crimea también muestra
una clara preocupación por la historia no sólo en su obra poética, sino también
en obras históricas y en su labor publicista mucho menos conocidas. El
pensamiento histórico de Mickiewicz, objeto del presente trabajo, no puede
separarse del de su amigo el gran historiador Joachim Lelewel (1786-1861)
.
Cuando en 1848 se reunió en Praga el Congreso Eslavo, este escribió:
Cada vez que a lo largo de mi vida he tomado en consideración el pasado
eslavo, sus elementos propios, los que le son claramente específicos, estos me
llenan de admiración
.
Lelewel se pronuncia
contra aquellos que quieren adoptar en Polonia modelos políticos extranjeros, olvidando
la tradición nacional y cree en la continuidad histórica de Polonia, así como
en su integridad moral. Comparte con su amigo Mickiewicz la idea de que Polonia
debe defender y propagar unos valores esenciales, propios, que son los que han
constituido su historia, gracias a lo cual ha logrado sobrevivir a la ocupación
extranjera.
De acuerdo con
esta concepción, la nación deja de identificarse necesariamente con una clase
gobernante, ya que aquella porta valores que en sí mismos son eternos y claramente
identificables desde el origen y que nacen con el pueblo. En esta comunidad
nacional todas las clases sociales se comprometen y se unen (o deberían
hacerlo) en aras del bien común. En efecto, Lelewel identifica la nación con
los campesinos y la pequeña nobleza. En su ideal histórico la base la
constituye el pueblo, lo que puede excluir llegado el caso a la aristocracia;
de esta manera se opone por igual a la tradicional historiografía feudal y a la
historiografía racionalista, basada en un modelo en el que las grandes
individualidades (sabios, legisladores o gobernantes) son los motores de la
historia. Es esta una visión de la historia compartida entre otros por Herder,
Thierry y Michelet
. Así para Lelewel los
grandes monarcas de la historia de Polonia son grandes no por sí mismos, sino
por haber encarnado las virtudes de su tiempo, se han hecho portavoces de los
deseos de la comunidad, están a la cabeza del empuje nacional, son la
vanguardia del pueblo.
Esta concepción
de la historia nacional supone el descubrimiento de la burguesía como sujeto
histórico en la Europa occidental, pero en Polonia esta concepción incluía
sobre todo a los campesinos. A su vez el pueblo no sería sino la fuerza
silenciosa de la cual se nutre la nación y el Estado. Para Lelewel resulta
evidente que se ha olvidado al gran protagonista de la historia de Polonia, el
pueblo y su una antiquísima idea de libertad. En este sentido hay que destacar
un trabajo de Lelewel aparecido en francés con el título
La Constitución
primitiva de Polonia, (
Constitution primitive de la Pologne, sa
démocratie de paysans)
. Lelewel
se esfuerza en demostrar cómo la adaptación de modelos extranjeros (como el
feudalismo) se hizo a costa de Polonia (con nuevas formas de opresión económica,
de ahí que la cuestión agraria está en el centro de las preocupaciones). Esto
explicaría rebeliones en las que la integridad nacional de Polonia se habría
visto amenazada, como en la lucha entre el obispo de Cracovia Stanislas (en la
segunda mitad del siglo XI) de parte de la aristocracia y Boleslaw Smialy
representando a las fuerzas populares. El historiador se convierte así en el
campeón del pueblo, investigador, patriota y hombre del pueblo; según sus
propias palabras:
Ha llegado la hora de corregir los abusos, reparar todas las injusticias
que han sido hechas a estos hombres oprimidos, degradados, ultrajados a lo
largo de tantos siglos, a estos hombres semejantes a vosotros, vuestros
compatriotas, a los que la religión y la moral nos compelen a amar.
Lelewel se apoya
en el pensamiento de Jules Michelet y en su interés por el pueblo, para ambos
las clases denominadas inferiores, que se consideran dominadas por sus
instintos, serían precisamente por su cercanía al origen, capaces de acción. Para
Michelet la inspiración popular contiene la misma luz que la reflexión y la
ciencia. Se trata de una historiografía opuesta a los historiadores filósofos
del siglo XVIII que ven el pasado dirigido por la acción racional de una
personalidad, aquí la idea principal es la acción de fuerzas colectivas y
espontáneas
. El historiador descubre
estas fuerzas no sólo en las fuentes históricas habituales, sino también en la
tradición nacional. Efectivamente, Mickiewicz, a propósito de esto escribe a
Michelet defendiendo
la espontaneidad del alma en relación a las necesidades de la época y la
marcha universal de las ideas (en una carta de 1843)
.
El protagonista
es el pueblo, que tiene personalidad propia, verdadero actor de la historia. El
historiador es también un poeta, un
vates, un nuevo Edipo que explica
sus propios enigmas (según anotación del propio Michelet)
.
El trabajo
histórico de Lelewel había motivado la admiración de estudiantes como Adam
Mickiewicz y Leonard Chodzko en la universidad de Vilna. Lelewel y Mickiewicz
se profesaran mutuo y sincero aprecio, así como admiración por su trabajo.
Mickiewcz creew que Lelewel, obligado a alejarse de la docencia en 1824, es el
único historiador capaz de hacer una verdadera síntesis de la historia completa
de Polonia, considerándolo ya en 1828 como el único historiador en el sentido
auténtico de la palabra. Y Lelewel por su parte se considera el descubridor y
hasta el protector de Mickiewicz, pues incluso interviene para asegurar su
puesta en libertad en abril de 1824 cuando el poeta estaba preso
. En
la época de Varsovia anterior a su exilio, Lelewel se reafirma
metodológicamente e insiste en buscar nuevas perspectivas y jugando con el
sentido de la afirmación del poema
Grazyna de Mickiewicz, afirma: “Presto
poca atención a los estudios de los demás y medito mis propios proyectos desde
lo más profundo de mi espíritu”
También Mickiewicz
acude a las profundidades de su espíritu y del espíritu del pueblo en el momento
de descubrir su misión de poeta, que al igual que la del historiador consiste
en profesar y comunicar el ideal polaco eterno, y precisamente en una carta a
Lelewel, le escribe el 23 de marzo de 1832:
Vivo únicamente con la esperanza de que no habré cruzado las manos sobre
el pecho tendido en mi ataúd sin antes haber logrado algo
Mickiewicz había
alabado en nombre de los filómatas la comprensión histórica de Lelewel en un
poema discursivo titulado
A Joachim
Lelewel (“
Do Joachima Lelewela”)
dedicado al gran historiador, escrito en diciembre de 1821 con motivo del
regreso de Lelewel a la Universidad de Vilna desde Varsovia. Mickiewicz
encomiaba la dedicación a la investigación histórica y la búsqueda de la
verdad, la erudición y el amor por la patria. Se le elogiaba por su obra sobre
teoría y método de la historia, por sus estudios anticuaristas y por su trabajo
en la biblioteca nacional de Varsovia
. El
ideal del historiador nacional polaco, tal y como lo entiende Mickiewicz, ha sido
encarnado por Lelewel, cuya fama “traspasado los límites establecidos por
Chrobry y se ha revelado a los prudentes teutones y a lo inteligentes
franceses”
; el amor por la verdad,
la capacidad de alejarse de los prejuicios establecidos son cualidades
necesarias para todos y más aún para el historiador:
¡Oh Lelewel! Cada uno de nosotros podrá decir con justo orgullo que
posees todas estas cualidades; cumpliendo hoy con las santas funciones del
historiador, dinos lo que fue, lo que es y lo que será
.
El devenir
histórico aparece como una confrontación eterna entre opresores y resistentes,
que ya empezó en el alba de la historia entre Oriente y Occidente, entre los
monumentos a la tiranía persa y el mundo razonable y político de los griegos,
una perpetua lucha de voluntades primordiales entre la opresión y la libertad
que se haría visible hasta los mismos días del poeta en los que Rusia encarnaba
el despotismo asiático. En gran medida el destino que tuvieron que sufrir
después los filómatas, acusados en 1823 de actividades contrarias a Rusia,
reveló la escasa autonomía universitaria y la creciente injerencia zarista
.
Años después,
estando ambos intelectuales en el exilio francés, en 1832, Lelewel y
Mickiewicz, que se habían hecho sospechosos ante el gobierno de Luis Felipe,
escribieron conjuntamente un llamamiento “A nuestros hermanos rusos” que se publicó
en la prensa francesa y que apelaba al origen eslavo común, distinguiendo
netamente entre el pueblo ruso, hermanos pertenecientes a la gran familia de la
humanidad, y los déspotas y tiranos que lo gobernaban. El llamamiento
enfatizaba, cuando los ecos de la revolución decembrista no se habían
extinguido aún, el origen étnico común y exaltaba la “antigua libertad eslava”
La Polonia
eterna y su historia en la obra poética e histórica de Mickiewicz
En primer lugar
es la historia contemporánea de su país la que constituye la atención central
del poeta. El triste destino de Polonia bajo la dominación rusa fue motivo de
preocupación de Mickiewicz, como se refleja en su obra dramática
. Su
hijo Ladislas recuerda en la primera línea del prólogo a la edición francesa:
“No hay otra historia tan dramática como la de Polonia”. En la tercera parte de
Los antepasados que fue escrita en último lugar (después del fracaso de
la insurrección de noviembre), el poeta orienta su pensamiento a los destinos
nacionales de Polonia. Si Gustav ha muerto, ahora el autor hace entrar en
acción a Konrad (homónimo de su héroe de una obra anterior,
Konrad
Wallenrock); y lo hace con evidentes fines nacionalistas, proclamando a
Polonia el nuevo Cristo de Europa, una nación mártir destruida por el
despotismo ruso (un planteamiento nacional-mesiánico que no aparece en Lelewel).
Pero sin duda el testimonio más sobresaliente de una nación desaparecida en la
corriente del tiempo es
Pan Tadeusz, de 1834, escrita durante el exilio,
del que se ha dicho que es la “única epopeya de su siglo”
. La
historia, como es bien sabido, narra la historia de amor entre Tadeusz y Zosia
al tiempo que estalla un enfrentamiento entre los clanes de los Soplica y los
Horeskos bajo la dominación rusa antes de la intervención napoleónica y la
proclamación del Gran Ducado. Pero la epopeya ilustra en realidad la pérdida de
un paraíso, de una “Arcadia lituana”
, como
el propio poeta dice en su celebérrima invocación:
¡Lituania!,
¡eres como la salud, patria mía!
Pues no te
conoce jamás sino quien te haya perdido primero.
En todo tu
esplender te apareces ante mí hoy
Por ello voy a
cantarte, ¡pues te añoro!
Sin embargo, no
solamente las preocupaciones más contemporáneas de la historia de Polonia
forman parte de los intereses del poeta; también la primitiva historia de su
país adquiere no poca importancia en la obra de Mickiewicz. El poeta siente devoción
por la antigua historia polaca, recuperando y reelaborando no pocos elementos
arcaizantes de la tradición popular. Célebres son sus
Konrad Wallenrock
(la historia del maestre de la orden teutónica que la traiciona al descubrir
sus raíces lituanas) y
Grazyna
(la princesa lituana que se hace pasar por hombre para encabezar la batalla
contra las tropas teutonas)
. Las
luchas entre la orden teutónica y los heroicos lituanos no son ajenas a los
convencionalismos de la literatura histórica de la época. El propio poeta
añadió una serie de notas explicativas a sus poemas, muy interesante es el caso
de
Grazyna, en que se informa al lector sobre la ubicación de Nowgrodek,
o sobre ciertos pormenores de la orden teutónica apoyándose para ello en
ediciones modernas de documentos, como el
Corpus Historicorum medii avei,
en edición de J.G. Eccard (publicada en Leipzig el año 1874) o la
Preussens
ältere Geschichte [
Historia antigua Prusia] de August von Kotzebue (publicada
en Riga el año 1808) o la obra de G. Alexanri,
Rerum polonicarum,
(publicado en Frankfort el año 1584); asimismo se aprecia el interés del poeta
por los bardos polacos, los
wajdelotas,
sacerdotes cuya misión era celebrar la fama de los antepasados en las fiestas
públicas con cuentos y canciones. Para ello el autor recurre a la crónica de
Vicente de Maguncia y las informaciones aportadas por J. N. Becker, en su
Versuch
einer Geschichte der Hochmeister [
Ensayo de una historia de los grandes
maestres], publicado en Berlín en 1798
.
Los elementos
sobrenaturales tan del gusto romántico aparecen igualmente en poemas del autor
como
Switez,
o
El rapto.
En la primera composición se alude al evocador lago Switez, frecuentado por espíritus;
en
El rapto se trata el tema romántico del amor más allá de la muerte.
La amada transgrede todos los límites establecidos por la religión al tratar de
sacar del mundo de los muertos al amado, que ya había muerto. La presencia de
una hechicera anticipa un terrible final. En efecto, es un ritual nigromántico
el que se realiza mediante la confección de un anillo con los cabellos del
amante muerto, que son unidos al anillo de la prometida y mezclados con la
sangre del brazo izquierdo de la doncella; el paso final consiste en soplar
sobre ambos anillos y pronunciar un conjuro. El amado, efectivamente, vuelve
del Más Allá, pero ahora es un mal espíritu que lleva consigo y por la fuerza a
la mujer a su propia tumba. Este interés por las creencias relacionadas con los
muertos aparece de nuevo en
Los antepasados
(publicada en 1823),
en cuya segunda
parte los campesinos lituanos intentan garantizar el paso al cielo de las almas
que penan como fantasmas entre este mundo y el otro. En esa
noche de las
ánimas un oficiante reúne a la gente en torno a medianoche en el interior
de una capilla abandonada. La ceremonia la preside un
guslarz, o “mago”
rural que toca un instrumento musical de una cuerda denominado
gusla.
Este
gurslarz preside los velatorios y dirige las operaciones mágicas y
establece las ofrendas que puedan calmar a los espíritus. Habiendo total
oscuridad y cerrando puertas y ventanas se invoca a las ánimas que no han
alcanzado el cielo aún, dichas almas ya ardan en brea o estén en el fondo de un
río o incluso aprisionadas en un árbol, para todas estas almas el oficiante ha
preparado ofrendas, oraciones, licores y alimentos. Aparecen una serie de almas
en pena, como los fantasmas de dos niños que no pueden ir al cielo porque nunca
han conocido el dolor; el de un hombre cruel a quien los pájaros perseguían y
le impedían comer o beber cualquiera de las ofrendas que se le hagan; una
pastora llamada Zosia cuya culpa habría sido no corresponder el amor de nadie;
finalmente es el protagonista de la cuarta parte de la obra, Gustav, el que
aparece en su forma espectral tras haber cometido suicidio por amor.
Independientemente de las interpretaciones que los críticos han hecho de esta
obra (en clave nacionalista, estética o metafísica) lo cierto es que estos
personajes representan los típicos espíritus en pena, peligrosos, por tanto y
con los que hay reconciliarse ritualmente. Sin duda alguna, aquí el poeta comparte
la visión romántica según la cual el pueblo es el origen de la nación, de
Mickiewicz se puede decir prácticamente lo mismo que de Kazimierz Wladislaw
Wójciki (1807-1879): “… el escritor polaco se siente aún más fuertemente
impulsado a buscar sus orígenes, su identidad y sus creencias, porque vive en
una época en la que su país sufre una ocupación extranjera”
Pero sin duda,
donde mejor vemos la concepción histórica la antigua Polonia, los valores
eternos del pueblo es en su obra
Los primeros siglos de Polonia, publicada
en 1868
. En
ella se materializan en prosa histórica los ideales nacionalistas del poeta
polaco. Los ideales eternos que han movido a la humanidad estarían presentes en
los eslavos antiguos:
De las profundidades de Asia, anteriores a la época de Abraham, surge una
raza nacida de la posteridad de Jafet, a la que se llamará raza eslava. [los
eslavos antiguos practicaban] las creencias inmemoriales en un solo Dios,
creador del mundo; de un espíritu que se vuelve malvado y se enfrenta a Dios;
de la bondad primitiva del hombre, de su antiguo poder, de su caída y
consecuentemente su necesidad de implorar a Dios mediante sacrificios; y en fin
la esperanza de un porvenir mejor. Todo este tesoro de tradiciones ha sido
depositado en la memoria de los antiguos. De esta forma lo más antiguos patriarcas
se convirtieron en la ley viva, pues conocían mejor que nadie el bien y el mal,
el pasado y el futuro
.
La constitución
ancestral de los antiguos polacos aparece con trazos puros y sencillos, de
forma casi idílica hasta la llegada de hordas invasoras en tiempos históricos.
Además de la Arcadia lituana de Pan Tadeusz hay otra Arcadia: la patria
ancestral; en esta obra histórica vemos las antiguas estirpes polacas en una
época ante-histórica haciéndose sedentarias:
En la fundación de colonias se observaban normas también comunes a otros
pueblos antiguos. En la tierra elegida para ser habitada se interrogaba a la
divinidad mediante presagios o
czudy. En seguida se marca una fosa en el
suelo con la ayuda de un arado, el espacio así marcado se llama
czudo.
Todos aquellos que estuvieran más allá del
czudo eran demonizados
czudy,
es decir, enemigos.
La colonia
primitiva eslava tendría tres además elementos primordiales, el uroczysko
(o palatino), situado en un bosque y lugar para los sacrificios a la divinidad
y la consulta de los augures (uroks), así como para juzgar las disputas
o asuntos pendientes (roks). Desde aquí se convocan las asambleas. Otro
elemento constitutivo sería el hoyszcze rodeado de una empalizada es una
especie de capitolio y sería el centro político de la colonia (autoridad y
defensa). La colonia se completaría con una necrópolis, con denominaciones tales
como zale (lamento), zgliszcze (ruina) o kurhany (túmulo).
El panorama lo completan los konyny o santuarios, situado en los límites
de la colonia, donde se publicaban las leyes o zakony. Cuando la colonia
crecía, se fundaba una swoboda o segunda colonia que reproducía el
patrón anterior. Esta idílica fase primigenia de la cultura de la más temprana
edad de la Eslavia se vio perturbada, antes como ahora parece querer decir el
poeta, con las invasiones de pueblos más crueles y las influencias foráneas:
Varias de estas colonias desaparecerán ante el empuje de pueblos
forasteros. Los colonos, dispersos, vagando por las estepas, se confundirán con
los montaraces, o bien, una vez que están muy alejados de su punto de origen,
formarán asentamientos particulares que degenerarán con el tiempo, recayendo en
el estado salvaje y adoptando un género de vida extranjero
.
Para el
historiador y poeta, en una obra titulada
Los eslavos y publicada tardíamente, las
instituciones políticas son la expresión de un pueblo, son la producción del
espíritu nacional y nos dan la medida de su fuerza
. Con
ello su discurso se hace contemporáneo, más polemista. Su objetivo es el país
que subyuga su patria: Rusia. Por contraposición a las instituciones polacas, el
carácter de las instituciones rusas es el despotismo oriental, mientras que
Polonia por el carácter de una nación libre, cuyos rasgos se anticipan en los antiguos
países de estirpe eslava ya en el siglo VI. Mientras que el ruso está preparado
como soldado para servir a lo que casi es un soberano teocrático, el polaco es
depositario de la antigua tradición de la libertad:
Polonia, con sus instituciones tan variadas y que a algunos parecerán sin
duda llamativas, constituye la oposición a Rusia; y desde los tiempos legendarios
en que un rey campesino era elegido en una celebración con las gozosas
aclamaciones de sus compatriotas libres no hemos visto jamás que en este país
ningún individuo haya regido los destinos del imperio…El germen de la nación
polaca es colegiado, se trata de la reunión de una asamblea de hombres libres (
sejmik)
.
Mickiewicz,
historiador.
Adam Mickiewicz
tiene una clara preocupación por la Historia, que es perfectamente visible en
su obra poética. Merece la pena subrayar también la producción propiamente
histórica del poeta en obras que no deben ser juzgadas por su metodología
histórica o por su solvencia científica, sino por ser el reflejo de una época y
un exponente notable de la historiografía decimonónica. El interés histórico de
Mickiewicz se refleja también en sus trabajos publicistas, que son como es
natural, más militantes que científicos y en los que su concepción de la
historia (entendida como la comunidad nacional libre en lucha contra la
opresión) queda claramente definida. En gran medida Mickiewicz presenta clara
comunidad de pensamiento con Joachim Lelewel y ambos se encuadran perfectamente
con autores como Herder entre los filósofos o Jules Michelet entre los
historiadores. Los escritos de Lelewel y de Mickiewicz contribuyeron a crear
una filosofía nacional de corte histórico, según Baár, este pensamiento
cristalizó en los años treinta del siglo XIX, en parte era una adaptación de la
filosofía clásica alemana, “especialmente del hegelianismo, a las necesidades
de la autodeterminación cultural polaca. Su propósito fue crear una filosofía
que fuera por igual universal y nacional”
Si
bien Mickiewicz estaba más preocupado por defender, mediante el cristianismo,
la vinculación de la cultura polaca con Europa occidental, cosa que no parecía
preocupar especialmente a Lelewel
.